El 2 de diciembre, cuando las barcazas cruzaban a la altura de Cala de Mijas, fueron sorprendidas por fuego de cañón realizado desde el bergantín Neptuno, cuyo capitán había prometido a Torrijos escoltarlo hasta el lugar del desembarco: Ventas de Bezmiliana en el actual Rincón de la Victoria.
El inesperado encuentro en las proximidades de Punta de Calaburra, obligó a Torrijos y sus compañeros a realizar un precipitado desembarco en la playa de El Charcón, donde quedaron embarrancadas las barcazas.
Tras varias jornadas de huidas y disparos fueron acorralados y obligados a rendirse el 5 de Diciembre a las ocho y cuatro minutos de la mañana, ante una situación imposible de defender. Los compañeros de Torrijos fueron encerrados en la cárcel pública, mientras que Torrijos fue trasladado hasta el cuartel de Mundo Nuevo, donde fue encerrado en el calabozo de la Guardia de Prevención del mismo. Allí le arrancaron los entorchados de general y le pusieron grilletes en sus muñecas. A pesar de la celmencia solicitada por José Salamanca, enviado por la hermana de Torrijos, con firmas recogidas en Málaga y entregadas ante el rey, éste firmó la sentencia de muerte con un “que los fusilen a todos”.
Torrijos y sus compañeros pasaron la última noche en capilla, en el convento de San Andrés del barrio de El Perchel, donde les fue leída la condena, testaron y recibieron los correspondientes auxilios espirituales.
El 11 de Diciembre de 1831, en la playa próxima, los liberales fueron fusilados mientras gritaban el lema de su fracasado pronunciamiento: “¡Viva la Libertad!”.
Entre los hombres que compusieron el grupo de Torrijos nos encontramos con un ojeneto, un tal Gonzalo Márquez Gómez de unos 40 años de edad que fue fusilado en la playa junto a otros 49 hombres entre los que encontramos a militares, marinos, religiosos, paisanos... de procedencias muy dispares.